A más de tres décadas de la migración maya yucateca a Estados Unidos (1990–2018), se tiene noticia del retorno familiar a Yucatán con hijos nacidos en Estados Unidos y del regreso reciente de esta generación a Estados Unidos. Con base en la perspectiva teórica del retorno transnacional, en este artículo analizo cómo las experiencias de retorno y los procesos de integración laboral y social de la generación migrante en México se entrelazan con el regreso reciente de la segunda generación de México a Estados Unidos. Argumento que emigrar y retornar transnacionalmente son estrategias de sobrevivencia familiar que conectan a múltiples generaciones de migrantes y no migrantes en redes familiares extensas y comunitarias a lo largo del circuito migratorio península de Yucatán-California-Oregón-Oklahoma. Finalmente, el artículo también muestra cómo la segunda generación maya yucateca retornada a Estados Unidos ha desarrollado un sentido de identidad y una vida familiar transnacional que la vincula con nuevas experiencias y relaciones locales-comunitarias en Yucatán y Estados Unidos.

After thirty years of the Yucatecan Mayan migration to the United States (1990–2018), the Yucatec Mayas have been returning to Yucatán with US-born children, and, more recently, this second generation of Yucatec Mayas raised in Yucatán has been returning to the United States. Drawing on transnational return theory, this article analyzes the experience of family return to Yucatán and the labor and social integration of the migrant generation, as well as the return of the second generation from Yucatán to the United States. I argue that experiences of transnational return reveal family strategies for survival that connect multiple generations of migrants and nonmigrant workers in wide family and community networks through the migratory circuit of Yucatán-California-Oregon-Oklahoma. Finally, I also show that upon return to the United States, the second-generation Yucatec Maya develops a sense of identity and transnational family life that connect them with new experiences and community relations in Yucatán and the United States.

Desde la década de 1990, la migración de retorno de los mayas yucatecos a Estados Unidos se ha caracterizado por ser intergeneracional, multilocal y transnacional. El regreso de Estados Unidos a Yucatán se ha dado en al menos dos generaciones de migrantes por decisión personal, familiar o de manera forzada. Por lo general, el regreso ha ocurrido a las comunidades de origen, pero también a otras localidades en Yucatán y Quintana Roo. En la década del 2010, un nuevo fenómeno de retorno emergió: el regreso de la segunda generación maya yucateca de Yucatán a Estados Unidos. Así entre las décadas de 1990 y 2000, nació una nueva generación de mayas yucatecos en Estados Unidos que llegaron a Yucatán en un retorno familiar durante la infancia, y que, una vez alcanzada la adolescencia o la mayoría de edad, han retornado a Estados Unidos (Cruz-Manjarrez y Baquedano-López 2020).

En este artículo, analizo cómo las experiencias de retorno y las trayectorias de integración laboral, escolar y familiar de la generación migrante a Yucatán se entrelazan con el retorno de la segunda generación de Yucatán a Estados Unidos. También discuto cómo, tras el retorno a Estados Unidos, la segunda generación se integra a nuevas dinámicas familiares y desarrolla nuevas experiencias y relaciones locales-comunitarias en Yucatán y Estados Unidos. El ensayo busca contribuir a los estudios de retorno de la segunda generación mexicoamericana de México a Estados Unidos, un tema que, comparado con la literatura sobre la migración de retorno de México a Estados Unidos, ha recibido escasa atención. Asimismo, contribuye a reflexionar sobre la migración de los pueblos indígenas y la reconceptualización de los distintos actores de la migración en contextos de movilidad transnacional.

Con ese fin, en la primera parte del ensayo presento una discusión teórico-conceptual del retorno. En la segunda, inicio con una descripción histórico-etnográfica de la tradición migratoria de los mayas yucatecos, así como del acercamiento metodológico empleado. En la tercera parte, analizo las causas y trayectorias del retorno, y la reintegración laboral y familiar a Yucatán. En la cuarta y última parte, examino las causas del retorno de la segunda generación de Yucatán a Estados Unidos y sus experiencias de integración social, económica y cultural. En el artículo, me refiero a esta población como la segunda generación maya yucateca.1

A principios de la década de los noventa, el tema del retorno no destacaba en los estudios de migración internacional, aunque algunos trabajos ya documentaban que el regreso de los migrantes a sus países de origen mostraba una relación paralela con los procesos de circularidad transnacional (Durand 1988). A principios de la década del 2000, el retorno era definido como un proceso lineal, permanente y dirigido al mismo punto de partida de los migrantes (Espinosa 1998; Faist 2000). Se distinguía entre el retorno de visita y el permanente (Duval 2004). En el caso de México, Jorge Durand (2004) lo caracterizó de corto, mediano y largo plazo. Señaló que su composición era intergeneracional y que los retornados podían ser migrantes voluntarios, deportados, jubilados, con residencia legal en Estados Unidos y con doble ciudadanía.

Las grandes transformaciones que se dieron a causa del acto terrorista del 9/11 de 2001, la crisis económica de 2008, la implantación de políticas antinmigrantes y el continuo reforzamiento y militarización de la frontera sur de Estados Unidos llevaron a los estudiosos de la migración a investigar con mayor profundidad la irrupción del retorno: sus causas, actores, tipos y consecuencias, entre otros. La literatura ha mostrado que, desde el 2008, las deportaciones, las repatriaciones y las expulsiones (removals) se incrementaron masivamente (García Zamora y Gaspar Olvera 2017; Golash-Boza 2015). Desde entonces, miles de familias inmigrantes han sido separadas binacionalmente porque unos regresan a México sin planearlo, otros se quedan en Estados Unidos, y algunos llegan a México por primera vez a causa de la deportación de algún familiar (Abrego 2014; Boehm 2012). Asimismo, cientos de familias con infantes y jóvenes de la 1.5 y la segunda generación han regresado a México inesperadamente (Boehm 2016; Cruz-Manjarrez 2016; Masferrer, Hamilton y Denier 2019).

En 2020, P. Baquedano-López y yo (Cruz-Manjarrez y Baquedano-López 2020) documentamos el retorno familiar de California a Yucatán entre las familias mayas que incluía a menores de edad nacidos en la década de 1990 en Estados Unidos y que, ahora que han llegado a la adolescencia o mayoría de edad, están de regreso a Estados Unidos. Desde esta perspectiva, el retorno acontece “dentro en un circuito migratorio transnacional multipolar, que posibilita a los nuevos retornados, trayectorias de ida y vuelta y oportunidades de integración social, escolar y laboral—a partir de redes familiares extensas—en México y Estados Unidos” (3). A estos nuevos actores del retorno, los conceptualizamos con base en lo que Alejandro Portes (1996) definió como la nueva segunda generación: es decir, los hijos de migrantes de América Latina, Asia y el Caribe que nacieron en Estados Unidos desde los años noventa a la fecha, y cuyo proceso de integración social, económico y cultural, y su sentido de identidad étnica difieren de los descendientes de los inmigrantes blancos europeos que crecieron en Estados Unidos en la primera mitad del siglo XX. Asimismo, Alejandro Portes, Patricia Fernández-Kelly y William Haller (2006) señalan que esta “nueva segunda generación” se incorpora a una sociedad estadounidense multicultural, económicamente segmentada, étnica y racialmente jerarquizada, y se observa que su integración no es homogénea, sino a distintos segmentos de la sociedad estadounidense.2

Con base en esta perspectiva, en este artículo analizo cómo a lo largo de tres décadas, 1990–2010, se han entretejido la migración interna e internacional en un contexto de movilidades transnacionales e intergeneracionales, y con base en una amplia red de relaciones familiares y comunitarias de los mayas yucatecos que circulan y residen en múltiples localidades del circuito migratorio península de Yucatán (Yucatán y Quintana Roo)-California-Oregón-Oklahoma. Para este fin, retomo el enfoque del retorno transnacional que propone que retornar al lugar de origen no es la etapa final del proceso migratorio, sino un momento más del mismo. Asimismo, lo que hace posible el retorno transnacional es un sistema de relaciones sociales donde existen recursos sociales, económicos y culturales que favorecen la reintegración de los migrantes y donde circulan transnacionalmente información, mercancías, afectos, cuidados, prácticas culturales y remesas monetarias y sociales, entre otros (Cassarino 2004). Desde la teoría de las redes sociales Lomnitz (2003) examinó el papel que tienen las redes familiares extensas en los procesos de retorno e integración social, económica y cultural. Los estudios sobre redes sociales y migración indígena mexicana a Estados Unidos (Cohen 2004) han destacado que las redes familiares de intercambio, ayuda mutua y reciprocidad constituyen fuentes ricas de capital social, económico y cultural para la realización del proyecto migratorio. Además, han destacado que dentro del sistema de relaciones sociales de las comunidades indígenas subyace una estructura social y una serie de valores culturales asociados a la confianza, la reciprocidad y el intercambio mutuo (Pérez 2013) que les permite a las familias indígenas fortalecer sus vínculos sociales en una nueva localidad, reducir los riesgos de sus familiares en el tránsito migratorio, y ofrecer recursos monetarios, afectivos y materiales a los migrantes que llegan por primera vez a nuevos destinos migratorios, y ayudan a encontrar fuentes de empleo en los lugares de destino (Jiménez Díaz 2021) bajo la norma de la reciprocidad y la expectativa de la solidaridad social (Oehmichen Bazán 2011).

Con respecto al tema de la reintegración de los retornados a sus lugares de origen, Liliana Rivera Sánchez (2013) ha planteado que los migrantes internacionales que regresan a México exhiben al menos dos patrones de reinserción: regreso, asentamiento y reinserción definitiva a la comunidad de origen; y retorno al lugar de origen con reemigración interna o internacional. Esta segunda modalidad responde al desempleo, los bajos salarios, la inseguridad social y el empobrecimiento familiar, entre otros. En 2015, Rivera Sánchez propuso el concepto de localidad para señalar que el lugar de retorno podía transformarse “en algunos casos y momentos [en] el punto de origen y/o salida, y el sitio desde el que se generan y experimentan nuevos emprendimientos sociales y también otras movilidades” (2015, 55). Con base en este planteamiento, propongo expandir la conceptualización del retorno desde el entramado de las redes familiares, los valores de la ayuda mutua, la reciprocidad, la solidaridad social y las relaciones étnicas que vinculan a los mayas en distintas localidades del circuito migratorio, donde los retornos pueden ser múltiples, multidireccionales y transnacionales, y los actores pertenecen a distintas generaciones de emigrantes, inmigrantes, retornados, reemigrados y no migrantes dentro de una misma comunidad étnica.

El papel que juega la familia extensa en la integración social y cultural de la segunda generación indígena mexicana en la vida comunitaria en Estados Unidos ha sido discutido por varios autores. Lynn Stephen (2007) señala que cuando los zapotecos y los mixtecos se asientan permanentemente en Estados Unidos o en algún lugar de México y mantienen vínculos culturales, de parentesco, rituales y políticos, su sentido de identidad grupal continúa enmarcado por su sentido de pertenencia al pueblo natal en Oaxaca y a las múltiples localidades donde residen. Mi estudio sobre la comunidad transnacional de los zapotecos de Yalálag muestra que los migrantes integran a la segunda generación a la vida comunitaria transnacional cuando participan en el festival de danza y música La Guelaguetza y en las celebraciones de los santos patronos de Yalálag en Los Ángeles y Oaxaca (Cruz-Manjarrez 2013b). Por su parte, Robert Smith (2006) encuentra que la segunda generación Ticuani experimenta una imagen positiva de su identidad mexicana en Estados Unidos cuando forman grupos de apoyo como el Grupo Juvenil Ticuani en Nueva York y visitan a sus familias en Puebla, México. Con base en la vida comunitaria que los migrantes mayas desarrollan en California, en este artículo analizo las experiencias de integración cultural de la segunda generación maya yucateca tras el retorno a Estados Unidos.

En la siguiente sección, describo los antecedentes de la migración maya yucateca a Estados Unidos con el objetivo de presentar un breve contexto histórico del retorno y las trayectorias de reintegración familiar, laboral y educativa a Yucatán.

Desde la década de 1970, la migración interna de los mayas yucatecos en la península de Yucatán empezó a dirigirse a Estados Unidos. Los mayas rurales emigraban a trabajar de manera circular y temporal hacia la ciudad de Mérida, la ciudad de México, y Chetumal y Cancún en Quintana Roo (Castellanos 2010). La migración internacional proveniente de los pueblos mayas del sur, específicamente, Oxkutzcab (Fortuny Loret de Mola 2009) y Peto (Barenboim 2013), se dirigió al norte de California y fue marginal. Se caracterizó por ser masculina, económica, temporal, circular e indocumentada.

En los años ochenta, la crisis económica del campo mexicano y la caída en los precios del chicle, la madera y la producción henequenera en Yucatán dio continuidad a la migración circular masculina rural hacia Mérida, Chetumal y Cancún (Lewin Fischer 2007). Aunque la migración hacia Estados Unidos seguía siendo mínima, a finales del decenio se observa no sólo la migración masculina, sino también las primeras migraciones de familias indocumentadas y la obtención de la residencia estadounidense a partir de IRCA (Immigration Reform and Control Act) entre algunos varones (Solís Lizama y Fortuny 2010). El periodo de los noventa constituyó un parteaguas para la migración maya yucateca interna e internacional. Por un lado, se registró la permanencia de la migración regional rural-urbana, en algunos casos circular y en otros procesos de asentamiento en la ciudad de Mérida, y de manera creciente y sostenida una movilidad hacia los desarrollos turísticos de Cancún, Tulum, Cozumel, Isla Mujeres y Playa del Carmen en Quintana Roo (Lewin Fischer et al. 2012). Por otro lado, se dio un aumento de la migración masculina, joven, rural, circular e indocumentada hacia California, así como un redireccionamiento de la migración interna en la Riviera Maya hacia nuevos destinos en Estados Unidos: Oregón, Nevada, Colorado y el sur de California (Lewin Fischer y Guzmán 2005).

En la década del 2000, la migración a Estados Unidos se diversificó hacia nuevos destinos migratorios, entre ellos Texas (Adler 2004) y el sur de California (Solís Lizama 2014). Además, se formaron los primeros clubes y asociaciones de migrantes en California, Oregón y Colorado (Lewin Fischer y Guzmán 2005). También se registró el incremento de la migración femenina por causas económicas y matrimoniales, y la familiar por reagrupación o reunificación legal (Cruz-Manjarrez 2018, 2019).3 Según Durand, la migración de la región sureste (Campeche, Quintana Roo y Yucatán) estaba en una etapa de “arranque migratorio internacional” (2016, 35). Con base en el índice de intensidad migratoria de CONAPO (2010), a nivel nacional, Yucatán estaba en el lugar 28 y “aporta entre el 2 y 3% del flujo general” (Durand 2016, 35). Para finales de la década, Pedro Lewin Fischer et al. (2012) señalan que en Peto 22.7% eran migrantes en Estados Unidos. A lo largo de la década del 2010, se registró una gran complejidad en los procesos de migración maya yucateca a Estados Unidos: la persistencia de la migración masculina, el aumento de la migración femenina y de familias emigrando con menores de edad, el nacimiento de la segunda generación, la emergencia de familias migrantes de estatus legal mixto en México y en Estados Unidos, y una vida familiar y comunitaria transnacional. Finalmente, se documentan distintas modalidades y actores de retorno a Yucatán y California.

Para estudiar las experiencias de retorno de migrantes maya yucatecos, en este estudio combino la etnografía multisituada (Marcus 1995) y los estudios de las trayectorias de migración (Rivera Sánchez 2012). Ambas perspectivas permiten analizar las experiencias de retorno transnacional desde el entramado de las trayectorias migratorias individuales y familiares que acontecen en contextos históricos, económicos y políticos de finales del siglo XX y las primeras décadas del siglo XXI. Con base en las relaciones familiares extensas, mapeo, ordeno e interpreto tres dimensiones de la experiencia maya yucateca: esto es los múltiples desplazamientos, localidades y direccionalidad de los retornos; los procesos de integración y reintegración laboral, familiar, y educativa; y la integración de la segunda generación en las dinámicas familiares transnacionales (Mummert 2012). Utilizo el concepto de experiencia para analizar los procesos del retorno a partir del punto de vista, la visión del sujeto y sus vivencias “como evidencias del hecho” (Scott 2001, 48).

El trabajo de campo se realizó en tres comunidades mayas del sur de Yucatán en 2017 y tres condados de California en 2018.4 Se realizaron 67 entrevistas a profundidad,5 de las cuales 23 son de retorno a Yucatán y 7 de retorno a California de la segunda generación. En este artículo examino las trayectorias de retorno individual, familiar, voluntario y forzado de 6 familias mixtas6 de la localidad de Peto.7 Se seleccionaron estas familias porque son las únicas de las 67 entrevistas que presentan experiencias de retorno de la segunda generación de Yucatán a Estados Unidos.8

Para acercarnos a datos estadísticos del retorno internacional a Yucatán, y en específico a Peto, utilizo información censal de INEGI (2000, 2010 y 2020).9 En el 2000, en Yucatán, INEGI reportó que 2,535 personas residían en otro país en 1995.10 A nivel municipal, registró que 26 eran retornados “residentes actuales” de Peto.11 El Censo 2010 especifica que entre 2005 y 2010 la población migrante de retorno internacional a Yucatán, fue 2,420.12 A nivel municipal, se registró que entre las personas que residieron en Estados Unidos en 2005, 251 eran de Peto.13 En el Censo 2020, se captó que 3,548 personas eran retornadas internacionales sin saber el país del que regresaban.14 A nivel municipal, se registró que, en 2015, 35 personas regresaron de Estados Unidos a Peto.15 Si bien los datos censales de retorno a Yucatán no señalan el origen étnico de los retornados, ni si están regresando al lugar de origen, los datos municipales sí nos dan una idea del retorno de Estados Unidos a Yucatán y específicamente a Peto.

Con objeto de identificar temporal y espacialmente los retornos a Yucatán y a California, abajo presento algunos datos sociodemográficos de la generación migrante y la segunda generación.16 La tabla 1 resume las trayectorias de migración de padres y madres retornadas a Peto de los casos de estudio que abordo en el artículo. Destaco los destinos de migración interna e internacional, la edad en el primer viaje a Estados Unidos, los años de retorno y tipos de retorno a Yucatán. Es importante señalar que todos los padres y madres de este estudio emigraron a Estados Unidos de manera indocumentada.17

Tabla 1.

Migración interna, internacional y de retorno a Yucatán, generación migrante

NombreMigración interna regionalMigración internacional a EE. UU.Año y edad en la primera migración a EE. UU.Retornos de EE. UU a YucatánTipo de retorno a Yucatán voluntario* y forzado**
Tomás Mérida, Puerto Aventuras San Rafael y Sonoma, CA; Kansas; Virginia; Carolina del Norte 1989: 17 años 1991 Individual* 
1995 Familiar* 
2009 Individual* 
2014 Deportación** 
Leticia Playa del Carmen, Chetumal, Cancún, Mérida Oklahoma 1998: 27 años 2005 Individual* 
2011 Familiar* 
Daniel Mérida, Playa del Carmen San Rafael, CA; Virginia; Carolina del Norte 1990: 14 años 1995 Individual* 
1999 Individual* 
 Sin retorno reciente 
Octavio Mérida, Riviera Maya San Rafael y Novato, CA 1996: 19 años 1997 Individual* 
1998 Individual* 
2005 Individual* 
2009 Deportación** 
Diana Playa del Carmen San Rafael, CA 1981: 2 años 1985 Familiar* 
2008 Familiar* 
 Sin retorno reciente 
Pamela Sinaloa, Cancún San Rafael y Richmond, CA 1997: 16 años 1999 Familiar* 
NombreMigración interna regionalMigración internacional a EE. UU.Año y edad en la primera migración a EE. UU.Retornos de EE. UU a YucatánTipo de retorno a Yucatán voluntario* y forzado**
Tomás Mérida, Puerto Aventuras San Rafael y Sonoma, CA; Kansas; Virginia; Carolina del Norte 1989: 17 años 1991 Individual* 
1995 Familiar* 
2009 Individual* 
2014 Deportación** 
Leticia Playa del Carmen, Chetumal, Cancún, Mérida Oklahoma 1998: 27 años 2005 Individual* 
2011 Familiar* 
Daniel Mérida, Playa del Carmen San Rafael, CA; Virginia; Carolina del Norte 1990: 14 años 1995 Individual* 
1999 Individual* 
 Sin retorno reciente 
Octavio Mérida, Riviera Maya San Rafael y Novato, CA 1996: 19 años 1997 Individual* 
1998 Individual* 
2005 Individual* 
2009 Deportación** 
Diana Playa del Carmen San Rafael, CA 1981: 2 años 1985 Familiar* 
2008 Familiar* 
 Sin retorno reciente 
Pamela Sinaloa, Cancún San Rafael y Richmond, CA 1997: 16 años 1999 Familiar* 

Fuente: Elaboración propia de la autora.

La tabla 2 muestra el año y lugar de nacimiento de la segunda generación maya yucateca, la edad y escolaridad alcanzada al momento de la entrevista, la ciudadanía, la edad de migración de Estados Unidos a Yucatán, la edad de retorno de Yucatán a Estados Unidos, y la residencia actual. Cuatro son hijos de la generación retornada de la tabla 1. Para identificar la relación parental, se crearon los nombres con la misma letra inicial (por ejemplo, Tomás-Teresa; Daniel-Diana-Doris-Daniela, etc.).

Tabla 2.

Migración de EE. UU. a Yucatán y de retorno de Yucatána EE. UU., segunda generación

NombreAño y lugar nacimientoEdad en el momento de la entrevistaEscolaridadCiudadaníaEdad de migración de EE. UU. a YucatánEdad de retorno a EE. UU.Residencia actual
Teresa 1992 California 25 High school EE. UU. Bebé 8 años California 
Brenda 1991 California 26 Medical assistant EE. UU. 2–3 años 14–15 años California 
Dany 1995 Oregón 23 Preparatoria no concluida Binacional Bebé 18 años California 
Oscar 1998 California 20 Preparatoria concluida Binacional 7 meses 20 años California 
Daniela 2000 California 17 High school en proceso EE. UU. 8 años 11 años California 
Doris 2005 California 12 Middle school en proceso EE. UU. 4 años 9 años California 
Pedro 1998 California 20 Preparatoria no concluida EE. UU. Bebé 10 años California 
León 2011 Oklahoma Primaria en proceso EE. UU. Bebé No Peto, Yucatán 
NombreAño y lugar nacimientoEdad en el momento de la entrevistaEscolaridadCiudadaníaEdad de migración de EE. UU. a YucatánEdad de retorno a EE. UU.Residencia actual
Teresa 1992 California 25 High school EE. UU. Bebé 8 años California 
Brenda 1991 California 26 Medical assistant EE. UU. 2–3 años 14–15 años California 
Dany 1995 Oregón 23 Preparatoria no concluida Binacional Bebé 18 años California 
Oscar 1998 California 20 Preparatoria concluida Binacional 7 meses 20 años California 
Daniela 2000 California 17 High school en proceso EE. UU. 8 años 11 años California 
Doris 2005 California 12 Middle school en proceso EE. UU. 4 años 9 años California 
Pedro 1998 California 20 Preparatoria no concluida EE. UU. Bebé 10 años California 
León 2011 Oklahoma Primaria en proceso EE. UU. Bebé No Peto, Yucatán 

Fuente: Elaboración propia de la autora.

Los primeros estudios antropológicos de retorno a las comunidades mayas de Yucatán señalaban que, en la década del 2010, los retornados eran en su mayoría jóvenes que regresaban a su pueblo natal por motivos familiares o matrimoniales (Solís Lizama 2017). Con base en los datos de campo de la comunidad de Peto, encontré que las causas familiares son las que predominan en la decisión de retornar; también se encuentran la salud de los migrantes, el desempleo, los bajos ingresos en los hogares causados por la crisis económica de 2008 y las deportaciones en la década de 2010.

El retorno familiar a Yucatán se relaciona con tres factores principales: el cuidado de los hijos que se quedan en Yucatán; la violencia de género hacia las mujeres en las relaciones de pareja en Estados Unidos; y la crisis económica del 2008 en Estados Unidos. En este tipo de retorno son las mujeres las que retornan primero; a veces lo hacen con hijos, y sus trayectorias de retorno son menores en comparación con la de los hombres (véase tabla 1). En este contexto, argumento que el género modela los patrones de retorno femenino y masculino; y que las redes familiares extensas en las múltiples localidades del circuito migratorio península de Yucatán-California-Oregón-Oklahoma constituyen un recurso social importante para emigrar a Estados Unidos y también facilitan el retorno y la reintegración familiar, educativa y laboral en Yucatán. Por ejemplo, Leticia es originaria de Peto. En 1998, tenía veintisiete años y era madre soltera con dos hijos pequeños. Al no tener una estabilidad económica y no contar con la pensión alimenticia del padre de sus hijos, Leticia emigró sola a Oklahoma con la ayuda de sus hermanos emigrados. Los primeros trabajos de Leticia consistieron de la venta de comida yucateca entre sus paisanos y el trabajo doméstico. Después trabajó en restaurantes y finalmente aprendió con sus hermanos el oficio de la construcción. En 2005, regresó a Peto a ver a sus hijos. Se enteró que el hijo mayor tenía problemas de comportamiento y era rebelde. En consecuencia, la tía materna, que lo cuidaba, y lo “trataba mal” (entrevista por grupo del proyecto, 29 de julio de 2017) ya no lo quería cuidar.

Ese mismo año, Leticia reemigró a Oklahoma a trabajar, pero en esta ocasión con sus dos hijos. En Estados Unidos, Leticia se volvió a casar con un hombre del pueblo y tuvo un hijo de esta relación. En un inicio, los hijos mayores se integraron exitosamente a la escuela; sin embargo, cuando el hijo mayor llegó al middle school, sufrió acoso escolar y discriminación racial. A pesar de que era un estudiante destacado en los deportes, se peleaba con sus compañeros en defensa propia cuando lo molestaban y lo llamaban “frijolero”, término que se utiliza en Estados Unidos para discriminar a las personas de origen mexicano. Su “mal comportamiento” –es decir, las peleas en las que terminaba envuelto– ocasionó no sólo que lo expulsaran de la escuela, sino también que la policía lo detuviera. De hecho, fue enviado a la corte y encarcelado en un centro de detención juvenil. Ante esta situación y el sufrimiento de su hijo, Leticia decidió mandarlo de regreso a Chetumal, pero ahora con la abuela paterna:

Él quería regresar…Pues ellos [los compañeros] le decían que era frijolero…muchas ofensas. Sí, se agarraba a golpes. Una vez en la correccional…de allá…me decía, “No me gusta…no me gusta Estados Unidos, quiero ir a mi país…Es que tú no los ves…me agreden. Y a mí no me gusta que me agredan”. (Entrevista por grupo del proyecto, 29 de julio de 2017, Peto).

Tras el regreso de su hijo, Leticia continuó enviando remesas a su madre en Peto para comprar tierras, ganado y abrir un negocio de bonetería. También envió dinero a la abuela paterna en Chetumal para los cuidados y educación de su hijo. Con su segunda pareja, Leticia compró una casa en Cancún para su futuro retorno. Como se puede observar, la construcción de un patrimonio familiar en Yucatán y Quintana Roo revela no sólo el éxito económico y social de los migrantes, sino también su visión para regresar.

Aquí argumentamos que las y los retornados no sólo regresan a sus comunidades de origen, sino también pueden retornar a otras localidades donde existen experiencias previas de migración dado que cuentan con una red familiar extensa en las distintas localidades del circuito migratorio península de Yucatán (Yucatán y Quintana Roo). Durante su niñez y adolescencia, Leticia vivió, estudió y trabajó en Mérida y Cancún. Actualmente, la familia de su primer esposo vive en Chetumal, y ella tiene un hermano en Playa del Carmen. Cuando entrevisté a Leticia, señaló que su hijo mayor vive ahora con su pareja en Cancún en la casa que ella y su segundo esposo compraron con remesas de Estados Unidos. En 2011, Leticia regresó de Estados Unidos con su esposo y sus otros dos hijos a Cancún. No retornaron a Peto porque su experiencia laboral previa en Quintana Roo les había mostrado que en Cancún hay más oportunidades laborales en el turismo.

La segunda causa del retorno familiar se relaciona con la violencia conyugal. En este contexto, la experiencia que describo a continuación muestra de nuevo la importancia de las redes familiares extensas y multilocales como fuentes de apoyo emocional, laboral y material. Pamela nació en Peto y emigró a Sinaloa con sus padres y hermanos siendo menor de edad. Tras la separación de sus padres, ella retornó con su madre a Peto. En 1996, a los dieciséis años de edad, Pamela se escapó con su primer pareja, y emigraron a Cancún. Ahí, trabajó en el sector doméstico. En 1997, Pamela y su esposo emigraron a California y llegaron al departamento de sus cuñados. En 1998, Pamela tuvo su primer hijo y, a causa de la violencia conyugal que su pareja ejercía contra ella bajo los efectos del alcohol y las drogas, es que decidió regresar primero a Sinaloa y luego a Peto, siguiendo las redes familiares. Cuando le pregunté “¿Por qué te separas allá [California] de tu primera pareja?” contestó,

Pues por la mala vida que me daba, no me dejaba salir del cuarto. Me celaba con sus hermanos…se me desaparecía. Semanas venía, cobraba, me surtía el refri [refrigerador] de comida. Me compraba sus pañales del niño, su leche, todo, y con la misma, con lo que le sobraba, iba y compraba droga y alcohol…cuando vuelve, vuelve todo sucio con la nariz ensangrentada de tanta coca que creo que se metía…Llegaba a maltratarme. Una de esas aproveché que estaba en la cárcel y supe que iba a salir, y por el miedo que yo le tenía, pues decidí venirme. (Entrevista por grupo del proyecto, 31 de julio de 2017, Peto)

Al llegar a Sinaloa a casa de sus hermanos, Pamela trabajó como jornalera en los campos agrícolas de tomate. Sin embargo, los salarios precarios, los horarios de trabajo y las dificultades para poder cuidar a su bebé la hicieron regresar a Peto. Al llegar a casa de su madre, se empleó primero en el trabajo doméstico y luego como recepcionista en un consultorio médico. En este lugar, conoció a su actual esposo. De esta relación, tiene tres hijos nacidos en Yucatán. Señala Pamela que su hijo nacido en California creció con la conciencia de ser ciudadano estadounidense y tener familiares en Estados Unidos. A los diez años de edad, él le pidió a Pamela que lo enviara California con su padre. El niño vivió dos años allá, pero regresó a Peto porque el padre no lo cuidaba. Más adelante veremos cómo crecer con la idea de ser ciudadano estadounidense en Yucatán influye en la decisión de retornar para la segunda generación.

La tercera causa del retorno familiar es la económica. La crisis financiera de 2008 en Estados Unidos determinó el retorno de algunas familias. Diana pertenece a la primera generación de familias que emigraron a trabajar de Peto a California. Con tan solo dos años de edad, en 1981, Diana llegó con sus padres al condado de Marin con la intención de establecerse ahí. Sin embargo, como “la migra estaba muy agresiva” (entrevista por la autora, 7 de diciembre de 2015) a mediados de los ochentas, como lo narra Diana, sus padres decidieron regresar a Yucatán con Diana y una hermana menor nacida en California. En 1999, Diana se casó con un migrante del pueblo, que llevaba nueve años trabajando en California. Recién casados, se fueron a trabajar a Playa del Carmen con la idea de construir su casa en Peto. Pero como los salarios eran bajos y el esposo estaba acostumbrado a ganar dólares, ambos decidieron reemigrar a California.

Durante la recesión económica, el esposo de Diana se vio afectado laboralmente. Los contratos de trabajo disminuyeron, y no podía sostener los salarios de su equipo. Los datos de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) indican que en “el 2009 alrededor de 61 millones de personas quedaron desocupadas como consecuencia de la crisis económica”, y hacia finales del 2010, “el retorno a México creció el 200 por ciento” (Gandini, Lozano-Ascencio, y Gaspar Olvera 2015, 7). En esta época, Diana no encontró trabajo en su pueblo natal. En 2008, Diana y su esposo decidieron que ella y sus dos hijas nacidas en Estados Unidos regresarían a Yucatán. El objetivo del retorno no sólo era aminorar la crisis económica en el seno familiar en California, sino también adelantar el retorno familiar y concluir el proyecto migratorio: la casa. También, consideraron que era un buen momento para que las hijas de cuatro y ocho años de edad se adaptaran a la vida en Peto y se integraran al sistema escolar, y para que la madre fuera preparando las condiciones del retorno definitivo del padre. Así lo explica la Diana en la entrevista que le hice en California:

Ah, pues nosotros nos fuimos, ah, cuando ellas tenían esa edad nos fuimos para allá [Yucatán] porque…habíamos quedado con mi esposo, no le iba muy bien en el trabajo y este…y decidimos…regresar…cuando a uno se le mete que te vas a ir es que te vas. Y yo, se me metió en la cabeza que “Está bien, me voy a ir…ahí vamos a estar en la casa”, porque aquí [California], aunque queramos pagar una casa solos, a veces es mucho [dinero], no se puede, es difícil…y como mi esposo no, no estaba muy bien [en el trabajo] fue cuando…tomamos esa decisión. (Entrevista por grupo del proyecto, 25 de junio de 2018, San Rafael, CA)

La cuarta causa del retorno es la deportación, principalmente de los padres. Diversos estudios muestran que un migrante retornado puede tener trayectorias multipolares de retorno, y en el recorrido migratorio, puede cambiar su estatus migratorio legal (Peixoto et al. 2019) –es decir, un migrante puede emigrar la primera vez como indocumentado y regresar voluntariamente a su país de origen varias veces, y en otro viaje retornar como deportado–. Por ejemplo, para algunas familias mayas, la deportación de los migrantes se vive desde Yucatán y para otras desde Estados Unidos. A la edad de diecinueve años, Octavio emigró de manera indocumentada de Peto a California cuando se enteró que iba a ser padre. En 1998, Octavio regresó al pueblo y en esta ocasión reemigró indocumentadamente a California con su esposa, dejando a su hijo pequeño, en Mérida, al cuidado de su suegra. Al año, nació su segundo hijo, pero esta vez en California, situación que condujo al retorno escalonado familiar a la casa de los suegros en Mérida. Primero regresó la madre y el recién nacido, y al año siguiente Octavio. Con los pocos ahorros que Octavio había reunido, abrió un taller de pintura y hojalatería, pero el negocio no floreció. En consecuencia, en el año 2000, Octavio regresó por tercera vez a California con la idea de trabajar más duro para construir su casa, comprar terrenos y poner algún tipo de comercio en Peto. En 2005, Octavio regresó a Peto porque había comprado una casa. Con los ahorros que llevaba, adquirió un camión de volteó, compró un taxi y abrió un salón de belleza para su esposa; no obstante, ninguno de estos negocios rindió frutos. Los hijos crecían, la casa comprada necesitaba reparaciones importantes, y los ahorros se habían terminado. Por consiguiente, en 2007, Octavio reemigró a California. Con la ayuda de sus primos, consiguió donde vivir y un restaurante donde trabajar. Por la crisis económica de la época, el regreso laboral fue difícil, pero poco a poco la economía estadounidense se recuperó. En 2009, Octavio tenía tres turnos de trabajo y mandaba remesas a su esposa para remodelar su casa y pagar la educación de los hijos. No obstante, una tarde, al salir a tomar un receso en el trabajo, la policía del condado apareció y lo arrestó. Así nos cuenta,

Salí de mi trabajo en la mañana y me fui al [otro] trabajo, estacioné mi camioneta, me metí a trabajar. A las cinco o seis de la tarde, ya iba a empezar la hora buena de lo ocupado, era viernes, cuando me dice el dueño del restaurant, “Ahí te están buscando”. Y veo en la ventana de la cocina a dos policías, pues yo como sé que no tengo ningún problema pues yo salí, me fui al patio, y –pum– me arrestaron. Me esposaron y todo. Yo digo, “¿Qué está pasando?” “Te estamos llevando porque tienes tres órdenes de arresto”. Y les digo, “¿Dónde?” y solo me decían, “Cobo County”. (Entrevista por grupo del proyecto, 21 de agosto de 2017, Peto)

La vulnerabilidad de migrantes como Octavio y su condición de “deportabilidad” (De Genova 2002) es un factor constante en sus vidas. Así, al llegar al Civic Center en San Francisco, Octavio preguntó porque lo habían detenido. La policía le informó que tenía multas de tráfico y dos graves acusaciones falsas: un fraude de US$25,000 y una denuncia en el condado de Contra Costa por haber golpeado a un señor. Cuando lo trasladaron al Martínez Detention Facility, Octavio trató de comunicarse con sus primos en San Rafael, California, para que lo ayudaran a conseguir un abogado en Canal Alliance.18 Para su sorpresa, US Immigration and Customs Enforcement (ICE) los había deportado. Ese mismo año, le dieron libertad condicional, pero luego lo volvieron a arrestar y lo deportaron a México. De hecho, durante la administración del presidente Barack Obama (2009–17), el US Department of Homeland Security deportó millones de personas. Rodolfo García Zamora (2017) señala que entre 2000 y 2007, 1.2 millones de mexicanos fueron deportados por cargos criminales y no criminales. En 2012, 420 mil personas fueron deportadas, y en 2014, se alcanzaron 2 millones de expulsiones, principalmente de hombres latinos que trabajaban en el sector de servicios, las maquilas y la construcción (Golash-Boza 2015).

En este cuarto, regreso a Yucatán, Octavio señala que se sentía atrapado. Por un lado, estaba feliz de estar libre y con su familia, y tenía casa propia y algo de ahorros. Por otro lado, se sentía frustrado porque, tras su retorno, se enfrentó al desempleo y a las dificultades económicas para mantener dos negocios que había abierto. En consecuencia, tuvo que reemigrar a la Riviera Maya para poder ofrecer el sustento familiar. Al preguntarle cuál había sido el reto más grande para él cuando regresó, tanto en lo familiar como en lo laboral, me contestó,

Lo peor era para mí siempre en la vida en un tiempo fue quedarme sin dinero. Desde que yo salí, a los diecinueve años [a California], y entré a trabajar, pues siempre trabajé bien…pero cuando yo llegué acá, lo más difícil fue la economía, acoplarme a lo que se gana, acoplarme a como se gasta…Hubieron tiempos muy difíciles…tiempos de escasez…y tuve que empezar a irme a trabajar a la Riviera Maya…Agarré buenos trabajos…pero yo estaba cansado de viajar y dije…ya estoy cansado de esto, yo quiero estar en mi casa, para eso hice mi casa, no voy a estar pagando renta acá. (Entrevista por grupo del proyecto, 21 de agosto de 2017, Peto)

En su último regreso a Peto, Octavio trabajó para el Gobierno local donde se dio cuenta que los apoyos para los retornados no existen. Con base en las habilidades laborales adquiridas en California, Octavio abrió nuevamente un taller de pintura y hojalatería, y una pizzería que tuvo que cerrar. Ahora trabaja por contrato en una municipalidad vecina y tiene un escritorio público en su casa donde ayuda a las personas a llenar formatos para sacar la visa o pasaportes a Estados Unidos, o cualquier otro documento oficial en México. Octavio y otros retornados, que emigraron siendo jóvenes a Estados Unidos, se sienten frustrados en México y desearían regresar al país de las oportunidades laborales. A pesar de la dura experiencia de la deportación, Octavio desea regresar a California. Él espera que su hijo nacido en Estados Unidos un día le “arregle los papeles” para reemigrar (Entrevista por grupo del proyecto, 21 de agosto de 2017, Peto).

Como señalé antes, los estudios de retorno a México generalmente señalan la falta de oportunidades laborales, la precariedad de los salarios, el desempleo y la escasez de los apoyos gubernamentales tras el retorno del migrante internacional. El caso de los mayas retornados a Yucatán es semejante. Por un lado, el regreso de las y los retornados mayas es exitoso porque, con las remesas que envían, concretan la construcción de su casa, abren negocios propios y mantienen la educación de sus hijos. Por otra parte, la precariedad laboral y lo difícil que es mantener un negocio local, como lo señala Octavio, potencia la reemigración interna e internacional.

Hasta aquí, he argumentado que el retorno de las y los migrantes a Yucatán se da por causas familiares, la violencia conyugal, la crisis financiera del 2008 en Estados Unidos y la deportación. He sostenido que las redes familiares extensas, que se encuentran en múltiples localidades del circuito migratorio, juegan un papel central en el cuidado de infantes que se quedan con familiares en Yucatán y de la 1.5 y segunda generación que regresa a México en un retorno individual forzado. Asimismo, he mostrado que la crisis económica y laboral experimentada tras el retorno a Yucatán y los efectos de la crisis migratoria en Estados Unidos de las últimas décadas han alimentado la migración interna hacia la península de Yucatán, produciendo nuevos escenarios de retorno a Estados Unidos para la segunda generación crecida en Yucatán –los cuales discuto a continuación–.

Estudios recientes de retorno han documentado el regreso individual y familiar de la 1.5 y la segunda generación de Estados Unidos a México (D’Aubeterre Buznego 2012; Gallo 2021; Zúñiga 2013). En esta sección discuto cómo las trayectorias de migración, el retorno laboral y educativo de los padres y las condiciones estructurales en Yucatán potencian el retorno de la segunda generación de Yucatán a Estados Unidos. También analizo cómo la segunda generación se integra a la reproducción del grupo familiar y desarrolla un sentido de identidad transnacional que los conecta con nuevas experiencias locales-comunitarias en California y Yucatán.

Como mencioné antes, la migración maya yucateca a Estados Unidos repuntó en la década de 1990. Desde entonces, las redes familiares y comunitarias han sostenido la migración internacional y actualmente juegan un papel esencial en el retorno de la segunda generación a Estados Unidos. En el caso de los varones, encontramos que su regreso es individual y se da al cumplir la mayoría de edad. Generalmente, llegan a vivir con tíos, primos o hermanos mayores. El objetivo principal es trabajar. Pedro, hijo de Pamela, nació en California en 1998. En 1999, en un retorno familiar, regresó con su madre a México siguiendo las redes familiares en Sinaloa y Yucatán. A la edad de diez años, Pedro retornó a California a vivir con su padre. No obstante, regresó a Yucatán a los doce años de edad porque había sufrido acoso sexual de un familiar, y el padre continuaba con problemas de adicción a las drogas y al alcohol. En 2015, al cumplir los dieciocho años de edad, Pedro regresó por segunda vez a California. Como había dejado la escuela y no deseaba estudiar en Yucatán, los padres le plantearon la posibilidad de regresar a Estados Unidos a trabajar. Así lo relata su madre Pamela:

Mi hijo…cumplió dieciocho años, ya va para dos años este febrero que está él allá [California]. Este pues le dijo él [el papá adoptivo]…“Sabes que, Pedro, te diste de baja en COBAY [High School], y te faltó año y medio. No lo quieres terminar, está bien, pero busca qué vas a hacer. No puede ser que estés todo el día en la casa; vas a trabajar. No te pido que me mantengas pero para que compres tus cosas”. Y se le metió en la cabeza de que, no pus yo soy nacido allá y me voy a ir. (Entrevista por grupo del proyecto, 31 de julio de 2017, Peto)

Actualmente, Pedro le renta una recámara a una tía materna, la cual le ayudó a conseguir su primer trabajo en el área de servicios en un asilo de ancianos. Pedro ya no trabaja ahí pero labora como cocinero en dos restaurantes. Por su parte, Pamela cuenta con visa de turista –a diferencia del viaje indocumentado que realizó en 1996– y visita a Pedro cada verano y “aprovecha” su estancia para trabajar. Aquí argumento que el regreso de jóvenes como Pedro se facilita por los recursos familiares que existen en California y el derecho a cruzar la frontera México–Estados Unidos como ciudadano estadounidense. Este caso denota dos hechos. Primero, en el contexto de la familia extensa en Yucatán, los nacidos en Estados Unidos que son ciudadanos “americanos” tienen la opción de regresar a trabajar o estudiar a su país de nacimiento, abriendo nuevas posibilidades transnacionales a la red familiar. Segundo, la integración al mercado laboral ocurre con la ayuda de familiares y, para los hombres, se da en los mismos nichos laborales de la generación migrante: servicios, construcción y restaurantes.

Asimismo, observamos que los varones de la segunda generación que inician una vida en pareja y tienen pocas posibilidades económicas de construir un patrimonio familiar en Yucatán retornan a Estados Unidos a trabajar temporalmente de manera legal. En Yucatán, continúa reproduciéndose la práctica de las “escapadas” (Máas Colli 2009) o “el robo de la novia” en otras tradiciones matrimoniales mesoamericanas (D’Aubeterre Buznego 2000; Robichaoux 2003). En Yucatán, una vez que una pareja de novios acuerda “escapar” a la muchacha o irse a vivir juntos, el novio se lleva a su novia a residir con él siguiendo el patrón de la residencia virilocal. Dany nació en Oregón en 1995 y, a los siete meses de edad, él y su madre regresaron a Yucatán. En 2018, en San Francisco, Dany nos relató que él había regresado a Estados Unidos tres veces entre 2013 y 2018 con el objetivo de trabajar para pagar su boda y un terreno, que le vendió su abuela, para construir su casa en Yucatán. Dany regresó a Estados Unidos siguiendo las redes familiares que sus padres utilizaron en la década de 1990 en Oregón y California. Al haber comenzado una vida en pareja a los diceiséis años de edad, la madre le dijo a Dany que ya tenía una nueva obligación, su prometida, y que por ello debía irse a Estados Unidos a trabajar.

Al igual que otros hombres del pueblo, Dany ve en el retorno a Estados Unidos la posibilidad de ganar dinero para construir su casa. Pero, a diferencia de los migrantes de este estudio, él es ciudadano estadounidense y por ende tiene la posibilidad de regresar a Estados Unidos sin ninguna restricción de su movilidad. Además, la trayectoria laboral del padre y otros hombres de la región, y las condiciones laborales en Yucatán influyen en su retorno transnacional. Cuando le preguntamos a Dany si la experiencia laboral de su padre en Estados Unidos había influido en él, contestó afirmativamente:

Sí…si mi papá no hubiera venido aquí [Estados Unidos], él no tendría lo que tiene hasta ahora. Él logró muchas cosas y pues…es lo que está trabajando [un negocio], ahora es de él. Y pienso que ese fue un beneficio hasta para mí, porque…como él lo sigue haciendo hasta ahora, él ya se está quedando mayor de edad…él me dijo que me iba a dar [heredar] ese negocio que él tiene. (Entrevista por grupo del proyecto, 2 de julio de 2018, San Francisco).

Así pues, las trayectorias laborales de los padres migrantes en Estados Unidos sientan un precedente para que los hijos puedan construir un patrimonio familiar si desean seguir residiendo en Yucatán y van a formar una familia siguiendo el modelo tradicional de la proveeduría masculina. De los jóvenes entrevistados de la segunda generación, encontré que Dany es el único que no tiene interés de vivir en Estados Unidos. Al momento de la entrevista, Dany tenía veintitrés años de edad y había comprado terrenos, estaba construyendo su casa y mandaba remesas a su madre para la boda y el gasto familiar. En un estudio similar, Mirian Solís Lizama (2017) encontró que la migración masculina internacional en comunidades mayas vecinas se da por los mismos factores económicos y sociales en la generación migrante. Sin embargo, lo distinto del retorno de esta segunda generación es que, al ser ciudadanos estadounidenses, tienen un estatus legal y pasaporte estadounidense que les da el derecho a viajar libre y legalmente entre México y Estados Unidos, y pueden acceder a un trabajo mejor remunerado y con un número válido de seguridad social.

Uno de los principales objetivos de la migración de los padres a Estados Unidos ha sido enviar remesas para la educación de los hijos. No obstante, cuando los padres son deportados y las familias experimentan carencias económicas por las condiciones estructurales que enfrentan tras la deportación, los nacidos en Estados Unidos que crecieron en Yucatán a menudo pueden regresar a Estados Unidos a trabajar. Oscar, hijo de Octavio, nació en California en 1998. En 1999, en un retorno familiar a Mérida, llegó a casa de sus abuelos maternos. Cuando entrevistamos a Oscar en California, en 2018, tenía un año de haber retornado al mismo condado donde nació y vivía con una tía materna. Cuando le preguntamos por qué había regresado, contestó que fue la crisis económica familiar y la imposibilidad de su padre de continuar pagándole los estudios. Así lo señala:

Una de las principales, yo supongo que fue la universidad, ¿no? O sea, yo quería ir a una buena universidad, y pues la verdad no había demasiado dinero para poder costear una buena universidad. Entonces, pues en eso aproveché y dije, le dije a mi papá. Porque igual, vi muy difícil [económicamente] el último año de estudios…Entonces…fue de ahí de que decidí…venir [a California]. (Entrevista por grupo del proyecto, 27 de junio de 2018, San Rafael)

Durante la entrevista que le hicimos a Octavio, padre de Oscar en Yucatán, nos comentó ampliamente sobre los estragos económicos que él y su familia han vivido desde que lo deportaron y cómo esto impactó la educación de sus hijos:

De verdad, yo amanecía sin un peso y el taller [hojalatería y pintura] lo cerré porque se me hecho a perder mis máquinas y ya no tenía [dinero] para comprar otras. Y un día, me acuerdo, estaba yo en problemas económicos, debía yo mi corriente [luz], debía yo, pues necesitaba pagar sus libros de mi hijo del COBAY [High School] y no tenía dinero. (Entrevista por grupo del proyecto, 21 de agosto de 2017, Peto)

Por estas mismas razones, Octavio mencionó que los tíos migrantes que viven en Cancún y California influyeron en la decisión de Oscar para regresar: “Un tío de él, hermanito de mi esposa, que es doctor en Cancún [le dijo], entonces, que él iba a apoyarlo. Habló con él, y él le dijo, ‘Si tú quieres venir acá, te apoyo’. Pero, sinceramente, le dijo, ‘Si yo fuera tú, yo me iría a Estados Unidos a estudiar y a trabajar porque allí vas a tener más oportunidades’” (Entrevista por grupo del proyecto, 21 de agosto de 2017, Peto).

Para la familia extensa en la península de Yucatán, la ciudadanía estadounidense no sólo es un derecho ciudadano, sino también una forma de capital simbólico y político que les permite cruzar la frontera con un pasaporte estadounidense, viajar libremente entre México y Estados Unidos, y trabajar con un número de seguridad social legal.

Ahora bien, la falta de políticas de integración laboral para los retornados y la ausencia de políticas educativas para los niños que fueron a la escuela en Estados Unidos son factores que se combinan, potencian y de hecho influyen en el retorno de la segunda generación de Yucatán a Estados Unidos. Daniela y Doris son hijas de Diana y Daniel. Como se señaló antes, en 2008, las tres regresaron a Yucatán, y el padre se quedó a trabajar en California por la recesión económica. El plan familiar inicial era que la familia completa retornara escalonadamente a Peto; sin embargo, el regreso familiar a California se dio por la mala experiencia laboral de la madre y la educativa de las hijas en Yucatán. Algunos estudios indican que durante la crisis económica estadounidense 2007–8, la economía mexicana se contrajo “6.2 por ciento del PIB…Este indicador colocó a México como la economía más golpeada de América Latina” (Gandini, Lozano-Ascencio, y Gaspar Olvera 2015, 107). En este contexto, decenas de retornados a México, incluyendo a Diana, se enfrentaron al desempleo o accedieron a empleos precarios. Durante el trabajo de campo, documenté que los retornados a Peto tienen trabajos informales, se autoemplean o abren pequeños negocios familiares con ahorros. Y otros reemigran o van y vienen a la Riviera Maya a trabajar porque no encuentran trabajo en su comunidad.

Aquí argumento que las trayectorias educativas de los padres y la reintegración laboral precaria de padres, madres y otros familiares retornados a Yucatán influyen en el retorno de esta segunda generación a Estados Unidos.19 En Yucatán, encontré que la secundaria representa el nivel promedio de escolaridad entre los padres retornados.20 Además, todos los retornados de este estudio dijeron que, con o sin estudios, no tienen buenos trabajos ni ingresos económicos en Peto. En consecuencia, la experiencia laboral de aquellos que cuentan con más años de escolaridad –por ejemplo, la preparatoria o una carrera profesional– le refuerza a la segunda generación la idea de regresar a Estados Unidos, y en especial a aquellos que fueron a la escuela en ese país. Cuando le preguntamos a Diana, la madre de Daniela y Doris, por qué regresaron a California, contestó:

Yo estaba esperando a ver si me salía un trabajo allá [Peto] para que él [esposo] regresara. Y no, y yo veía que la situación allá era un poquito difícil; empecé a analizar allá [Peto] que si no estás pegado en la política, no hay trabajo, si no estás involucrado con alguien que tengas palanca, no hay trabajo. Y digo, mis hijas, ¿qué futuro les espera acá si ellas logran terminar sus estudios? Tengo hermanos que se graduaron de ingenieros en computación…y están trabajando en otra cosa porque…trabajo no hay…fue cuando…él [esposo] me dijo, “¿Sabes qué? Mejor van a regresar”. (Entrevista por grupo del proyecto, 25 de junio de 2018, San Rafael)

Asimismo, encontramos que los hermanos mayores ciudadanos americanos, que viven en California, se han integrado a las dinámicas familiares transnacionales21 ayudando a retornar a hermanos menores nacidos en Estados Unidos pero crecidos en Yucatán. Teresa, por ejemplo, nació en el condado de Marin. Emigró siendo bebé con sus padres a Yucatán y vivió ahí hasta los ocho años de edad. En el 2000, retornó a California con sus padres y una hermana menor nacida en Yucatán. Tras el divorcio de los padres, la madre retornó a Yucatán con dos hijos pequeños ciudadanos estadounidenses, y Teresa y su hermana se quedaron con el padre en California. En el 2014, deportaron al padre. Desde entonces, Teresa regresa a Peto a visitar a sus padres. En 2015, la madre le pidió a Teresa que se llevara a su hermano menor a California para que continuara estudiando la secundaria, porque el futuro de este hijo no era prometedor en Yucatán. Desde 2015, Teresa funge como la tutora legal del hermano porque fue un requisito administrativo-legal del sistema escolar estadounidense para que este pudiera estudiar. En este sentido, el retorno escalonado a Estados Unidos entre hermanos de la segunda generación se produce como una estrategia de sobrevivencia intergeneracional que les permite a estas familias indígenas transnacionales utilizar los recursos económicos y sociales disponibles en la red familiar. Tal y como lo señala Patricia Arias (2016), tras un retorno inesperado, los retornados y sus familias han tenido que reconfigurar los trabajos productivos y reproductivos que permiten la reproducción de las familias retornadas a México, y en este caso, a Estados Unidos.

Desde principios de la década del 2000 a la fecha, diversos estudios han demostrado que la segunda generación ha desarrollado un sentido de identidad trasnacional que surge de los vínculos sociales, culturales y políticos que desarrollan con la comunidad inmigrante en Estados Unidos y con los lugares de origen de los padres (Glick Schiller y Fouron 2001; Levitt y Waters 2002; Smith 2006). En el caso de la segunda generación maya yucateca retornada, encuentro que esta ha desarrollado un sentido de identidad múltiple y flexible que los conecta con las experiencias de haber nacido en Estados Unidos y crecido en Yucatán, haber retornado a California u Oregón y tener un pasaporte estadounidense que les otorga el derecho a la movilidad internacional, a la educación y al trabajo legal en aquel país. Cuando le pregunté a los jóvenes de la segunda generación retornada a dónde se sentían más arraigados, dónde consideraban que estaba su hogar, y cómo se identifican étnicamente tras el regreso a Estados Unidos, encontré que aquellos que vivieron más tiempo en Yucatán se sentían más identificados con Peto y la península de Yucatán, porque ahí crecieron, fueron socializados en la red familiar, estudiaron y tienen amigos, siendo Yucatán un referente sociocultural y territorial importante.

Para los que han vivido más años en California, su sentido de pertenencia y hogar está más orientado hacia Estados Unidos porque ahí han residido más años, trabajan, van a la escuela, tienen amigos y sienten que se han americanizado. Así lo señala Doris, la hija de Diana y hermana de Daniela (citados arriba): “En Estados Unidos tengo amigas de Vietnam, Guatemala, y americanas…y mis amigas que son de México no son de Yucatán…Hay veces que decimos algunos chistes yucatecos, pero como no son de Yucatán, no lo entienden” (entrevista por el grupo del proyecto). Además, la segunda generación ha aprendido que su etnicidad indígena es apelada y experimentada en Estados Unidos con base en sus raíces familiares y prácticas culturales y lingüísticas en Yucatán y California, así como con la vida comunitaria transnacional. En California, la segunda generación crea vínculos con la comunidad maya cuando sus padres o parientes los integran a las redes familiares extensas; participan en eventos familiares y culturales como El Carnaval San Francisco22 (Vázquez 2022), y las vaquerías23 que organizan los migrantes en San Rafael, San Francisco, y Los Ángeles, California, y en Portland, Oregón –y también cuando en las escuelas les piden que hablen y realicen algún performance de su origen cultural–. Diana, la madre de Doris y Daniela, nos explicó que en Peto su hija Daniela aprendió a bailar jarana,24 y que en San Rafael ha bailado en la escuela y también con el grupo de danza Zazil Ha. Así lo señala: “[En Peto] no quería bailar jarana, pero yo quería que baile jarana porque a mí eso me gusta…y le dije, “Vas a ir”…La empecé a llevar [a la casa de cultura]…¡le empezó a gustar!…Ya cuando vino aquí [California], pues aquí continuó, y seguimos en el grupo, y ahí baila ahorita ella”. (Entrevista por grupo del proyecto, 25 de junio de 2018, San Rafael).

La segunda generación, que creció en Yucatán y trabaja con migrantes mayas indocumentados en California, reconoce que aunque ellos son ciudadanos estadounidenses, comparten con sus paisanos una identidad lingüística, prácticas culturales específicas y una historia grupal. Como muchos migrantes, Dany, quien escapó a su novia y retornó a Estados Unidos a trabajar para casarse y construir su patrimonio familiar en Yucatán, se considera “mayero” –es decir, una persona que habla el maya yucateco como lengua materna (Armstrong-Fumero 2009)–. Pero también sabe que es ciudadano estadounidense y que esto le da derechos ciudadanos que sus paisanos indocumentados no tienen. Cuando le preguntamos a Dany si se identificaba como americano, esto nos contestó:

La verdad, no, no me siento tan americano…Me siento mal a veces por mis amigos…mis amistades que he tenido, siempre les he dicho de que a mí no me gusta que mencionen ellos, que yo soy ciudadano. Siempre, esa ha sido mi regla con ellos…Porque yo sé…lo que pasan ellos al venir [a Estados Unidos]. (Entrevista por grupo del proyecto, 2 de julio de 2018, San Francisco)

Dany reconoce que las diferencias salariales y los derechos laborales entre él y otros mayas indocumentados se debe a su ciudadanía estadounidense, así como al hecho de que él cruza la frontera México–Estados Unidos sin sufrir porque tiene un pasaporte estadounidense. En suma, el regreso de esta segunda generación maya yucateca a Estados Unidos no sólo se entrelaza con las trayectorias migratorias, laborales y educativas de sus padres, sino también con las desigualdades económicas y sociales en Yucatán. Además, su retorno se facilita por las redes familiares extensas que se encuentran en Estados Unidos. En el contexto de la movilidad transnacional, he argumentado que esta segunda generación ha desarrollado un sentido de pertenencia transnacional que los conecta con la vida familiar y con nuevas experiencias educativas y laborales locales-comunitarias en Yucatán y California.

Con más de treinta años de migración maya yucateca a Estados Unidos y con una migración laboral en la península de Yucatán desde la década de 1960 a la fecha, en este artículo he discutido las causas del retorno internacional a Yucatán (familiares, violencia de género, desempleo y deportación), así como la manera en que las trayectorias migratorias, laborales y educativas de la generación migrante se entretejen con las trayectorias de retorno de la segunda generación de Yucatán a Estados Unidos. En este artículo, argumento que el retorno de la segunda generación de Yucatán a Estados Unidos no puede ser entendido de manera aislada e individual, sino a partir del entrelazamiento de las trayectorias migratorias, laborales y educativas de los padres y las de la segunda generación retornada.

En este contexto, este trabajo contribuye a entender la importancia y la localización espacial de las redes familiares extensas en los procesos de reintegración tras el retorno. Las redes familiares extensas constituyen una fuente rica de recursos sociales, económicos, materiales y afectivos, y se encuentran localizadas en distintos lugares del circuito migratorio península de Yucatán-California-Oregón-Oklahoma. Además, las redes familiares se activan y fortalecen entre los mayas cuando se comparten los valores de ayuda y solidaridad social entre los grupos domésticos. En este contexto, este estudio revela que las estrategias de sobrevivencia familiar intergeneracional y transnacional juegan un papel crucial en el retorno escalonado de la segunda generación de Yucatán a Estados Unidos, ya que aseguran a las familias mayas la fuerza de trabajo y la reproducción de los grupos domésticos.

Así pues, he destacado que pese a la apertura de negocios familiares y la estabilidad socioeconómica que los migrantes han generado para sus familias en Yucatán (vivienda, educación y salud, entre otras), encontramos la ausencia del Estado mexicano en la creación de políticas de integración económica y la apertura de fuentes de empleo tras el retorno de las y los migrantes indígenas. Adicionalmente, he señalado que la falta de programas de apoyo para los deportados y sus familias, y la ausencia de políticas educativas que integren a los nacidos en Estados Unidos que llegan a vivir y a estudiar a Yucatán potencian el retorno de la segunda generación a Estados Unidos.

Asimismo, la precariedad laboral, el desempleo y los salarios bajos en comunidades indígenas como Peto continúan alimentando la reemigración laboral a las zonas turísticas de Quintana Roo; anticipan el retorno directo de Estados Unidos a distintos lugares de la Riviera Maya; y potencian el retorno de la segunda generación maya de Yucatán a Estados Unidos. En otras palabras, el retorno de la segunda generación maya yucateca a Estados Unidos surge no del fracaso del proyecto migratorio familiar, sino de una histórica y sistemática marginación social y racismo estructural hacia los pueblos indígenas, y de la crisis macroeconómica actual que afecta a las familias mayas de Yucatán.

Con base en los estudios de las identidades transnacionales, este artículo confirma que emigrar, inmigrar y nacer y crecer en Estados Unidos sin haber estado en la tierra ancestral impacta la construcción social de la identidad (Cruz-Manjarrez 2013a; Kearney 2000; Velasco Ortiz 2005). Asimismo, contribuye a comprender que el retorno también incide en el sentido de identidad étnica de la segunda generación retornada a Estados Unidos. Con respecto a esta discusión, he argumentado que antes de retornar a Estados Unidos, en Yucatán los nacidos en Estados Unidos escuchan y reconocen que ser ciudadanos estadounidenses les permite regresar a trabajar o estudiar al país de nacimiento sin restricciones de su movilidad y con un pasaporte estadounidense. Además, al retornar a vivir a Estados Unidos, esta segunda generación desarrolla un sentido de pertenencia transnacional que la vincula tanto con nuevas experiencias familiares, educativas, laborales y comunitarias en Estados Unidos como con sus familias y experiencias en la península de Yucatán. Como ciudadanos estadounidenses, el retorno a Estados Unidos también los enfrenta con nuevos retos y desafíos. Finalmente, como señalan María Eugenia D’Aubeterre Buznego (2012), Claudia Masferrer, Erin R. Hamilton y Nicole Denier (2019), y Victor Zúñiga (2013), entre otros, el retorno familiar reciente de Estados Unidos a México con hijos ciudadanos estadounidenses se ha convertido en un tema central en los estudios de migración mexicana. Sin embargo, el retorno de la nueva segunda generación indígena mexicana de México a Estados Unidos y viceversa es un tema comparativamente poco desarrollado. Espero que las discusiones y los resultados presentados en este artículo sirvan de aliciente para futuras investigaciones sobre este tema.

1.

En este trabajo utilizo el concepto segunda generación maya yucateca para referirme a los descendientes de migrantes mayas de Yucatán que nacieron y crecieron en Estados Unidos, así como los que nacieron en Estados Unidos y fueron llevados por sus padres a vivir a Yucatán, al menos tres años. El significado es fijo e inequívoco, y reconoce la etnicidad indígena de la segunda generación.

2.

Para una mayor discusión, véanse Portes y Zhou 1993; Portes y Rumbaut 2001a, 2001b.

3.

La reunificación familiar legal se basa en una serie de disposiciones de la Ley de Inmigración de Estados Unidos que permite a los inmigrantes, que se han convertido en ciudadanos o residentes estadounidenses, solicitar la visa de residencia permanente de cónyuges, padres o hijos menores de veintiún años, entre otros. Para mayor información, véase Menjivar, Abrego y Schmalzbauer 2016. En este trabajo utilizo el concepto de reagrupación familiar para describir la residencia familiar en Estados Unidos fuera de las disposiciones legales de la ley migratoria estadounidense –es decir, irregular–.

4.

Este trabajo se deriva del proyecto Transnational Processes and Practices of Return Migration: Indigenous Yucatec Mayas across Borders and Generations, #CN-16-15, con Patricia Baquedano-López, y fue financiado por UC-Mexus-CONACYT (2017–20).

5.

Las entrevistas fueron realizadas por la autora y Patricia Baquedano-López (investigadoras y responsables del proyecto) y un equipo de asistentes de investigación: Yesenia Cobián Escobar, Jorge Carlos González Baeza, Dianela Marin Perera, Luis Alberto Ceh Ramírez, Karent Novelo y Rosario Chacón (“grupo del proyecto” en la citación de las entrevistas).

6.

Michael Fix y Wendy Zimmermann (2001) utilizaron por primera vez este concepto para describir la diversidad de estatus legales encontrados entre los integrantes de familias migrantes en Estados Unidos: ciudadanos estadounidenses, residentes estadounidenses, migrantes indocumentados, Deferred Action for Childhood Arrivals (DACA), Temporary Protected Status, etcétera. Actualmente, este concepto se utiliza también en México en los estudios de migración.

7.

Peto –o Peet uj, en lengua maya– significa “corona de luna” y es un municipio ubicado en la región oriente de Yucatán. En el Panorama sociodemográfico de Yucatán de 2020 (INEGI 2021), Peto tiene una población total de 25,954 personas, de la cual 22,024 se autoadscriben como indígenas. Bajo el criterio de “Etnicidad”, se señala que el 51.47% de la población habla lengua indígena, y 3.22% son población que no habla español de hablantes de lengua indígena. La lengua más hablada es el maya, con el 99.8%. A nivel estatal, INEGI (2020) señaló que el estado de Yucatán tiene una población de 2,320,898 personas, de las cuales 520,580 son “población de 5 años y más hablante de lengua indígena”. A nivel nacional, la lengua maya yucateca ocupa el segundo lugar entre las lenguas indígenas más frecuentes (INEGI 2021).

8.

Es importante señalar que durante el trabajo de campo se documentó el retorno familiar reciente de Estados Unidos a Yucatán con hijos menores de edad nacidos en Estados Unidos y México.

9.

INEGI registra por primera vez el retorno a México en el censo del 2000.

10.

Tabla “Población de 5 años y más por entidad federativa de residencia actual y lugar de residencia en enero de 1995 y su distribución según sexo” (archivo CPyV2000_NAL_Migracion), en INEGI 2000.

11.

Ibíd.

12.

No se especifica el país de retorno. Tabla “Población migrante internacional de retorno entre junio de 2005 y junio de 2010 y su distribución porcentual según duración de la migración y su promedio para cada entidad federativa de residencia actual (archivo 04_10A_ESTATAL), en INEGI 2010.

13.

Tabla Población de 5 años y más por municipio de residencia actual y lugar de residencia en junio de 2005 según sexo” (archivo 04_04B_MUNICIPAL_31), en INEGI 2010.

14.

Tabla “Estimadores de la población migrante internacional de retorno entre marzo de 2015 y marzo de 2020 y su distribución porcentual según duración de la migración y su promedio por entidad federativa de residencia actual (archivo cpv2020_b_eum_04_migracion), en INEGI 2020.

15.

Datos del nivel municipal dedicado a la información de Yucatán, tabla “Población de 5 años y más por municipio de residencia actual y lugar de residencia en marzo de 2015 según sexo 3(archivo cpv2020_b_yuc_04_migracion), en INEGI 2020.

16.

Para garantizar la protección de identidad de los sujetos, utilizo seudónimos.

17.

Al momento de la entrevista, Pamela viajaba a Estados Unidos con visa de turista en los veranos para visitar a su hijo y trabajaba sin permiso legal.

18.

Canal Alliance (https://canalalliance.org/?) es una organización sin fines de lucro y ofrece servicios legales de inmigración, programas educativos y profesionales, y servicios sociales para ayudar a los inmigrantes latinos y sus familias a superar las barreras del éxito en Estados Unidos.

19.

En el Informe anual sobre la situación de pobreza y rezago social 2022 (Secretaría de Bienestar 2022), Peto es considerado un municipio con un grado de marginación “medio”. A nivel estatal, Yucatán se encuentra en “alto”.

20.

En el Panorama sociodemográfico de Yucatán de 2020 (INEGI 2021), se reporta una población total en Peto de 25,954 personas. Las características educativas por nivel de escolaridad son 9.8% sin escolaridad, 62.7% básica, 16.8% media duperior, 10.6% duperior, 0.1% no especificado.

21.

Gail Mummert (2012) desarrolla este concepto para analizar cómo las familias transnacionales reorganizan los trabajos productivos y reproductivos que garantizan el sustento económico y la reproducción cotidiana y generacional.

22.

El Carnaval San Francisco (https://carnavalsanfrancisco.org/) es un festival multicultural que tiene como propósito educar y visibilizar las culturas de los migrantes en el área de La Misión en San Francisco, CA.

23.

La vaquería es el término que se usa para nombrar las fiestas comunitarias y religiosas de los pueblos mayas.

24.

La jarana es el nombre y un estilo de baile tradicional entre los mayas de la península de Yucatán.

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