In 1800, New Spain was the richest region of the Americas, socially diverse, deeply unequal, stabilized by a regime of judicial mediation. The Iguala movement, led by Agustín de Iturbide, in 1821 severed the tie between Spain and New Spain, the bond that had long sustained the power of the Spanish Empire. But the Mexico proclaimed in 1821 came out of years of revolution. The break began when Napoleon invaded Spain in 1808, setting off debates about sovereignty in Mexico City, leading to military a coup that kept silver flowing to Spain. Two years of political debates and social predations led to the 1810 Hidalgo revolt. Attacks on property and trade broke silver capitalism by 1812, when the Cádiz Constitution promised liberal rights to back armed powers in Spain and New Spain. Insurgents fought on, making new communities and breaking oligarchic families while women challenged patriarchy. New Spain was gone in 1821, when military commanders and struggling oligarchs claimed independence. This essay offers a synthesis of the pivotal transformations—underway from 1808—that made the break with Spain possible, perhaps inevitable—and made the construction of the Mexico envisioned in Iguala impossible.
En 1800, Nueva España representaba la región más rica de las Américas. Socialmente diversa, profundamente desigual, era estabilizada por un régimen de mediación judicial. En 1821, el movimiento de Iguala, liderado por Agustín de Iturbide, rompió los lazos entre España y Nueva España, y los vínculos que sostenían el poder del Imperio español. Pero el México proclamado en 1821 llegó después de años de revolución. El resquebrajamiento comenzó cuando Napoleón invadió España en 1808. Estableció en la ciudad de México debates sobre la soberanía y provocó un golpe militar que evitó que la plata siguiera fluyendo a España. Dos años de debates políticos y depredaciones sociales llevaron a la insurrección liderada por Miguel Hidalgo y Costilla en 1810. Ataques a la propiedad y al comercio rompieron el capitalismo platero en 1812, cuando la Constitución de Cádiz prometió derechos liberales para apoyar a las fuerzas armadas en España y Nueva España. Los insurgentes lucharon y, en el proceso, crearon nuevas comunidades y trastocaron familias oligarcas, mientras que las mujeres retaban al patriarcado. Finalmente, Nueva España desapareció cuando los militares trigarantes y los oligarcas en apuros declararon la independencia. Este ensayo ofrece una síntesis de las transformaciones cruciales iniciadas en 1808 que hicieron la ruptura con España posible, quizá inevitable –y que también hicieron imposible al México soñado en Iguala–.