Mexico in the 1930s was ripe for a cartographic refashioning. A decade after the end of the Revolution and during a period of authoritarian leadership known as the Maximato (1928–34), a triad of commercial lithographic maps took shape in concert with a heady blend of political, economic, and artistic developments. By the first decades of the twentieth century, pictorial maps had become a global phenomenon, but in this transforming nation perhaps more than any other, the production, circulation, and consumption of such imagery offered the opportunity to imagine a uniquely animated geography coming into its own. Through cartography, governing forces recognized an advantageous way to shape the view of Mexico as a cohesive entity with a rapidly developing infrastructure and an evolving relationship with its own Indigenous past and present. These pictorial mappings not only produced new epistemological frameworks for promoting and expanding a modernized Mexican geography, but also reveal their own role in the unfolding of a unique urban and touristic landscape. Through these images dating to the first half of the 1930s, an international cadre of artists, travelers, publishers, government officials, and other boosters disseminated an integrated vision of Mexican cultural space and thereby coproduced the territory itself. Employing ever-greater cartographic scale over time and placing the focus increasingly on Mexico City, the colorful maps had, by the second half of 1930s, transformed national identity into a geographic ideal whose physical and conceptual legacy endures today.
RESUMEN En la década de 1930, México estaba listo para una remodelación cartográfica. Una década después del fin de la Revolución, y durante un período de gobierno autoritario conocido como el Maximato (1928–34), una tríada de mapas litográficos comerciales tomó forma junto con una compleja mezcla de desarrollos políticos, económicos y artísticos. En las primeras décadas del siglo XX, los mapas pictóricos se habían convertido en un fenómeno global, pero en esta nación en transición, quizás más que en cualquier otra, la producción, la circulación y el consumo de tales imágenes ofrecían la oportunidad de imaginar la realización de una geografía singularmente animada. Por medio de la cartografía, las fuerzas gubernamentales vieron una manera favorable de dar forma a la visión de México como una entidad cohesiva con una infraestructura en rápido desarrollo y una relación cambiante con su propio pasado y presente indígena. Las imágenes, cada una producida con un sobre correspondiente, se tratan juntas como textos complejos, siguiendo así a teóricos cartográficos críticos que ven el mapeo como una práctica variable que se lleva a cabo en relación con múltiples procesos que se están desenvolviendo constantemente. Por lo tanto, las sucesivas asignaciones pictóricas durante el Maximato no solo produjeron nuevos marcos epistemológicos para promover y expandir una geografía mexicana modernizada, sino que también revelan su papel en el desarrollo de un paisaje urbano y turístico único. A través de estas imágenes que datan de la primera mitad de la década de 1930, un cuadro internacional de artistas, viajeros, editores, funcionarios del gobierno y otros impulsores diseminaron una visión integrada del espacio cultural mexicano y, de este modo, coprodujeron el territorio mismo. Al emplear una mayor escala cartográfica y al aumentar el enfoque en la Ciudad de México a lo largo del tiempo, los coloridos mapas habían transformado, para la segunda mitad de la década de 1930, la identidad nacional en un ideal geográfico cuyo legado físico y conceptual perdura en la actualidad.
RESUMO O México dos anos 1930 estava pronto para uma remodelação cartográfica. Uma década após o fim da Revolução e durante um período de liderança autoritária conhecida como Maximato (1928–1934), uma tríade de mapas litográficos comerciais tomou forma em consonância com uma mistura arrebatadora de desenvolvimentos políticos, econômicos e artísticos. Nas primeiras décadas do século XX, os mapas pictóricos haviam se tornado um fenômeno global, mas nessa nação em transformação – talvez mais do que em qualquer outra –, a produção, a circulação e o consumo de tais imagens ofereciam a oportunidade de imaginar uma geografia unicamente animada se concretizando. Através da cartografia, as forças governamentais reconheceram uma maneira vantajosa de moldar a visão do México como uma entidade coesa, com uma infraestrutura em rápido desenvolvimento e uma relação evolutiva com seu próprio passado e presente indígenas. Esses mapeamentos pictóricos não apenas produziram novas estruturas epistemológicas para promover e expandir uma geografia mexicana modernizada, como também revelaram seu papel no desdobramento de uma paisagem urbana e turística única. Através dessas imagens que datam da primeira metade da década de 1930, um quadro internacional de artistas, viajantes, editores, funcionários do governo e outros incentivadores disseminou uma visão integrada do espaço cultural mexicano e, assim, coproduziu o próprio território. Empregando maior escala cartográfica e aumentando o foco na Cidade do México ao longo do tempo, os mapas coloridos haviam, na segunda metade da década de 1930, transformado a identidade nacional em um ideal geográfico cujo legado físico e conceitual perdura até hoje.
University of California Press